miércoles, 22 de octubre de 2014

La capacitación del decentado en toda sociedad cuerda,  se fundamenta en  servir a la  cualificación del acto educativo con base en la afectación (positiva) de los sujetos de la enseñanza, que son por lo mismo sujetos del acto pedagógico, tanto en su práctica como en su pensamiento, lo que involucra una diferente perspectiva en cuanto al uso de novedades en el orden de las estrategias didácticas.

Si no se centra en la realización de tal logro, la capacitación docente en cualquier área o proyecto formativo,  extravía su razón, su sentido.

Lo dicho con una aclaración de fondo: Que el contexto considerado corresponda a una sociedad del conocimiento (o su potenciación), o si se trata de una formación social pre-moderna en la que la información sigue ocupando puesto predominante.

Ahora mismo, en Tolú, afrontamos esta precisa cuestión, que tiene por gancho la “donación o entrega” de un computador por docente, curso éste que en su convocatoria escrita (original) decía ser de “carácter obligatorio”.  El objeto de tal evento es el abordaje de la Ley de infancia y adolescencia, articulada a la ley de convivencia escolar y su reglamentación.

Pues ocurre y sucede que, como suele ser tradición,  de un día para otro y ante la inminente finalización del año lectivo y con el riesgo de expiración de los proyectos de la vigencia,  sorprenden al magisterio de este terruño con la ejecución de un proyecto de capacitación a contrapelo del tiempo disponible. Inicialmente planteado sacrificando las clases de los estudiantes, y finalmente,  en contra-jornada y los sábados,  hasta copar el mes de noviembre.

Y detrás de este cometido -a realizar a como dé lugar-,  “un personaje que se delega en otros, y sus secuaces”,  movidos por el monto nada despreciable de billete (en juego) que cuesta la ejecución de ese proyecto en tanto CONTRATO,  como nube ácida se toma y contamina el paisaje escolar.

¡Ya, listo! Desde este preciso instante y con semejante interés por delante, lo importante no es la susodicha capacitación, es decir, la apropiación de la materia del curso para trasformar o renovar la clase con beneficio de inventario para los estudiantes. No, lo importante es que se dé, para satisfacción de los bolsillos de quienes manejan el CONTRATO en cuestión. Qué capacitación ni qué carajo!

Siendo ello así, la burlada es la educación, a la que en últimas se dirigiría la capacitación, mejorándola a partir de beneficiar el ser de cada docente, potenciando su talento!

Sin jugar a los eufemismos,  atenuantes o uso de vaselina, con tal proceder se ha llevado al extremo la desnaturalización de la capacitación docente. Se ha prostituido tal recurso. Y sin querer queriéndolo se abusa de la masa magisterial, utilizándola

Una burda opereta con la que se estafa a la educación, se degrada el sentido de la capacitación docente y se le da al maestro el trato de idiota útil…Aunque no faltará de pronto el colega agradecido por lo del computador, o quien festeje  porque logró “esquilmar” a los esquilmadores!

Éste y otros hechos (potentemente ilustrativos), pudieran estar diciendo en un silencio gritado sobre el poder y extensión invasiva de la corrupción, no sólo en ciertos estamentos e instituciones ya emblemáticas, sino del empotramiento que ha ganado este cáncer en el sector educativo, mientras los sujetos de la educación miramos para otro lado o no nos damos por enterados.

¡Grave la cosa! La educación como escenario en el que se conspira contra la ética y el sentido mismo de EDUCAR.

Y no he ventilado expresamente las circunstancias y condiciones en que se desarrolla aquel: i. aun con el gancho de “donación” de un computador, por la improvisación manifiesta aunado a la consumación forzosa del evento en cuestión, los colegas terminan por percibir que se les atropella o arrasa con la programación personal y de familia que corresponde a su tiempo no laboral.  ii. Esto y el sobre trabajo que representa el tiempo dedicado al curso, antes o después del trabajo de clase, según el horario institucional, deviene en factor de contrariedad que contamina el ambiente, lo que enrarece la atención que toda capacitación requiere, actuando como ruido o interferencia perniciosa que revierte en deseos de que la “cosa pase lo más rápido posible y salir así de esa vaina” (…). Mas no importa… en tratándose de acceder al computador y,  con derecho a merienda, ay hombre guepajé!!!
¡Grave la cosa!


Ramiro del Cristo Medina Pérez

Santiago de Tolú, octubre 17 - 2014